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La Efímera y Fugaz Promesa de la Vida (Por Fernán Tamayo)

Desde mi lugar, sentado, saboreando el humo de mi habano, podía ver la belleza de su hermosa piel, entre el grupo de mujeres resaltaba su maravilloso aspecto, lo mesurado de su jean y su blusa roja le sentaba perfecto aquella calurosa noche de julio en la que la brisa del caribe aún con su frescura no disipaba el calor del furioso sol de aquel extinto día. 

Sonaba “Agúzate”, de Richie Ray y Bobby Cruz; ya las demás mujeres se levantaban de sus sillas a bailar solas, al parecer las cervezas ya les habían extrovertido un poco. Me levanté caminando despacio hasta la barra, pedí otra cerveza y desde allí contemplé aquel baile mientras seguía saboreando el humo.

 Pude ver cómo dos extranjeros, no sé si gringos o europeos se acercaban a las muchachas y les invitaban como un poco tímidos a bailar, iniciaron una conversación, pidieron más cerveza al sentarse con las mujeres y luego de algunos minutos se llevaron una cada uno. 

Curiosamente sonaba ahora “Plástico”, de Rubén Blades; mientras sonaba, veía como se alejaban caminando con tranquilidad los extranjeros con las dos mujeres, era claro que las chicas andaban buscando eso, amigos extranjeros turistas con dinero.

 ¿Qué les impulsaría a ello? ¿Tal vez la miseria que se vive en nuestras comunidades? ¿Tal vez desesperación por conseguir dinero? ¿Quién sabe? Lo cierto es que mientras pensaba la letra de Blades con la espumosa y fría cerveza, sentía “las venas abiertas de América latina”, sangrantes, desde el dilema y el drama diario de la emotiva existencia humana.

 El calor no disminuía, las murallas de alguna manera no daban plena libertad al viento; a lo lejos un hombre borracho gritaba discutiendo acaloradamente con otro, cuatro policías intentaban calmarle mientras eran el centro de las miradas en aquella concurrida esquina tan conocida y tradicional. 

Se veían ir y venir vendedores ambulantes, y otros que hablaban aquí y allá como acordando tratos, se notaba el movimiento excesivo de negociaciones desde un ir y venir incesante que de vez en cuando cesaba al levantarse uno de los señores que se alejaba caminando despacio con los “relacionistas”, hasta que estos regresaban solos como habiendo dejado a los “señores” en su destino. Cotidiano espectáculo en nuestra sociedad tan impregnada de consumismo, de lujo y derroche, de miseria y falta de oportunidades para muchos, de realidades que muchos solo conocen desde muy lejos, pero que otros sufren entre el fango que les llega casi al cuello. 

Curiosamente sonaba ahora “Caminando”, también de Rubén Blades, curiosamente la vida es como una historia, como una canción. Me levanté y caminé sin afán, los mercaderes me ofrecieron sus mercancías de la noche, pero las venas abiertas seguían ardiéndome de ver todo lo que sucedía y se avecinaba para una sangrante humanidad y unos sangrantes pueblos sumidos en el entretenimiento falaz y la efímera y fugaz promesa de la vida.

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