Por aquel tiempo estaba trabajando en la corrección de redacción y estilo de una publicación académica de un centro de investigación privado, debido a ello solía quedarme en la sala de trabajo para profesores de la escuela en la que me desempeñaba como profesor.
Recuerdo que trabajaba muy duro y en total soledad y silencio hasta que llegaba la noche, las 8:30 de la noche normalmente. Luego de varias jornadas de duro trabajo en solitario, fue una noche en la que empecé a percibir que en una parte de la sala se escuchaba como si golpearan el piso con un objeto duro, pero no se escuchaba el impacto sino como si golpearan el piso desde abajo, desde el otro lado, lo curioso es que la sala estaba ubicada en un primer piso, no había nada ni nadie debajo que pudiera golpearlo. Los golpes eran irregulares y a veces cuando les ponía atención y me levantaba de mi puesto y me acercaba para ver o notar algo que pudiera ayudarme a entender la realidad de aquello, los golpes parecían burlarse y manifestarse de maneras particulares, como pretendiendo asustarme.
El vigilante se hallaba muy lejos, en su pequeño despacho, podía notarlo desde lejos cuando miraba por la ventana y lo notaba ocioso sentado escuchando música de un radio de mano o no recuerdo si del celular, o cuando no, leyendo la prensa. Llegué a sentirme retado por la extraña y desconocida causa de aquellos golpes, por eso ya andaba predispuesto a no asustarme, no prestarle atención y seguir con mi trabajo, hasta que una noche me apagaron el aire acondicionado de la sala y lo volvieron a encender; tres veces se repitió el suceso.
Luego de aquella experiencia le comenté al vigilante y este, como nervioso, me contó que en las madrugadas se escuchaba de vez en cuando como si tiraran las puertas de las aulas y como si arrastraran las sillas, pero cuando van a vigilar y ver qué pasa, no hay nada ni nadie y todo está en orden. A los tres vigilantes ya les había pasado cuando hacían turno nocturno, pero nadie decía nada, por temor a que les juzgasen mal y tal vez perder el empleo. Incluso me contó que uno de ellos una madrugada como a las 3:10, vio un niño que pasó corriendo y cruzó por el final del largo pasillo como si saliera de un salón para entrar en otro, luego de lo cual buscó al niño pero no logró encontrar nada ni nadie, hasta que le dieron las seis de la mañana.
Para mí todo era tan extraño, ¿histeria, psicosis? pero a ellos también les golpeaban el piso y otros extraños sucesos ¿qué podría ser? igual, preferí no creer. Hasta que una noche como a las 8:45 que ya me iba, caminé hasta el final del pasillo oscuro iluminado por la luz de la luna para usar el baño, y fue cuando vi al niño, era muy flaco, parecía llevar una camiseta y un pantalón largo; corrió desde uno de los salones hasta el baño. El baño era un baño pequeño con tres sanitarios y dos lavamanos, no había ninguna otra salida más que la puerta, de tal manera que no podría escapar.
Sentí miedo, pensé que podían ser ladrones que habían entrado y que a lo mejor otros le esperaban en el baño armados. Grité al vigilante sin quitar los ojos del baño, pues pensé que saldrían con violencia para intentar huir; el vigilante llegó, él con su bastón de guardia y yo de valiente agarré una banquita de madera del pasillo para embestir a los desafortunados con violencia, esperando que no tuvieran armas de fuego. Nos acercamos al baño lentamente, decididos a dar la pelea, pero no había nadie, todo estaba solo, limpio y en silencio.
No entiendo aún qué fue aquello, pero aunque no he vuelto a esa escuela, si me he enterado de que han cambiado de vigilantes muchas veces, y aquel vigilante con el que enfrenté aquello, renunció aquejado de estrés y males de salud, un año y medio luego de aquel suceso.
Qué extraño, tantas cosas pasan, tan extrañas e inexplicables que se prefiere el silencio, ninguno de los otros vigilantes quiso hablar de aquello.

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