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¿Alma en Pena o Demonio Súcubo?

Algunos vigilantes tienen a veces el infortunio de ser asignados a guardias nocturnas en lugares que suelen presentar extraños fenómenos a todos aquellos que se atrevan a pasar noches y madrugadas por los pasajes de sus instalaciones.

 Por fortuna también, hay que reconocer que no son tan frecuentes los hechos paranormales que se cuentan entre vigilantes cuando uno se dedica a recopilar testimonios por el estilo, pero resulta particularmente curioso cuando más de 10 vigilantes la mayoría de los cuales no interactúan entre sí, dan el mismo testimonio sobre la actividad paranormal que suele acontecer en algún lugar en el que han estado. 

Estamos hablando de una escuela ubicada en uno de los sectores más recientes de Cartagena, la ciudad ha ido creciendo hacia las periferias a lo largo de los últimos 30 años; gentes venidas de todos los lugares y del sector rural, muchos desplazados por la violencia del tradicional conflicto armado. La escuela es más bien grande, con varios bloques de dos plantas y largos pasillos de más o menos 40 metros. Han sido exactamente 13 los vigilantes que han descrito una particular experiencia que les ha ocurrido mientras cumplían su guardia nocturna en las instalaciones de esta escuela; al parecer todo suele ocurrir pasada la medianoche, la hora cero. 

Quien más se atrevió a darme detalles de su experiencia fue un vigilante al que llamaremos Gerardo, quien dice que todo empezó con una extraña sensación. Cuenta Gerardo, que la segunda noche de estar cumpliendo su guardia nocturna sintió de repente cómo bajó la temperatura bruscamente alrededor de la medianoche, por lo cual, tomó la silla plástica en la que estaba sentado y entró a la garita de la portería para acomodarse y cubrirse con una toalla que allí guardaba. Aunque el frío era extraño, pues las noches por aquel entonces eran particularmente calurosas, no le alarmó el frío, nada extraño ni sospechoso pasó por su mente. 

Cuenta también que sintió de repente un muy raro cansancio y un sueño tan pesado que no podía evitar cerrar los ojos y quedarse dormido, por lo que se extrañó, debido a que siempre se preparaba y dormía de día cuando le tocaba guardia nocturna. Así entonces, sentado dentro de la garita de la portería, cree él que estaba bien despierto aún, cubierto con la toalla, escuchando música suave del celular, hasta que llegó sin hacer ruido una hermosa mujer trigueña, con un insinuante vestido blanco casi transparente que le llegaba hasta las rodillas, estaba descalza y en una mueca coqueta le sonreía y se le acercaba lentamente.

 Tanto Gerardo como todos los demás describen una experiencia idéntica, la mayoría sin embargo, no habló de tal suceso por temor a ser señalado o estigmatizado especialmente por su empleador y supervisor. Los que hablaron del hecho lo hicieron sólo a sus familiares más cercanos y a quien les cuenta esta historia luego de insistir en que accedieran. Gerardo sintió miedo, pues pensó que se habían metido algunos ladrones al colegio y pensó que la mujer a lo mejor le había drogado de alguna manera haciéndole sentir ese insoportable sueño.

 Al intentar levantarse de la silla bruscamente y con fuerza con intención de agredir a la mujer, notó que estaba paralizado y por mucho que hacía por moverse y por intentar gritar no lograba más que temblar y abrir la boca sin conseguir emitir ruido alguno. Dice que la mujer lo observó sonriente un momento y que luego se le acercó lentamente y empezó a acariciarlo y a bajar su pantalón. Gerardo asustado, paralizado y sin poder moverse ni pronunciar palabra, dice que todo fue tan real que estaba convencido de que la mujer lo había drogado con alguna droga paralizante, mientras saqueaban la escuela. Minutos después, la mujer simplemente desapareció de manera brusca y Gerardo se levantó con afán de la silla notando que su pantalón seguía abajo. Acomodándose salió corriendo de la garita para seguir a la mujer pero por mucho que buscó no encontró a nadie en toda la escuela. Verificó que todo estuviera bien cerrado y en su lugar para volver sorprendido a la garita con la linterna en la izquierda y un machete en la derecha. 

Una vez en la garita sentado, a salvo, sin ladrones, sin robos ni saqueos, fue cuando notó que si le hubieran drogado no estaría tan sobrio como estaba, que la mujer no salió de la garita en ningún momento, sino que desapareció como por arte de magia. Fue en ese momento cuando sintió un miedo terrible, lo único que hizo luego fue rezar y repetir el padre nuestro innumerables veces, sentado en estado de alerta hasta que amaneció, el sueño desapareció aquella madrugada para no volver. 

Dice que aquel suceso duró aproximadamente como dos minutos, que le parecieron eternos, de no ser por estar siempre atento al reloj hubiera creído que aquello había demorado mucho más.

 Los testimonios de los otros que sufrieron el mismo ataque de la mujer fueron iguales, la mujer solía proceder siempre de la misma manera. A pesar de haber tenido lugar hace ya más de 9 años aquel hecho, y más de 6 que ya estos vigilantes no trabajan juntos, algunos ya ni son vigilantes, sus palabras dan la impresión de que fuera muy reciente, aún están impactados.

 Gerardo asegura que la mujer tenía un extraño olor a flores y estaba muy fría, dice que el olor persistió durante unos pocos minutos después del ataque. Todos quedaban alerta ante la temperatura, pues decían que el frío anormal siempre era señal de que la mujer aparecería en cualquier momento y sus cuerpos quedarían paralizados.

 Siete de los vigilantes renunciaron por lo que pude averiguar, como a los tres meses de experimentar el suceso, pues en su momento no lograron conseguir ser asignados a otra escuela o a otro lugar, prefirieron eso en acuerdo con sus familiares, ya que al darse cuenta de que aquello no era un sueño ni una pesadilla y sentir que estaba afectando la cotidianidad de sus familias, terminaron convencidos de que era alguna maldición o algún demonio. 

A Gerardo fue a quien más le ocurrió, le ocurrió seis veces, en menos de tres meses, el constante malestar y el temor ante lo desconocido le mantenía de muy mal humor y casi ya no podía controlarse, era como si la ira con frecuencia le dominara irremediablemente. Dice que por eso en acuerdo con sus familiares decidió renunciar y buscar otro empleo. Gerardo trabaja ahora para otra empresa de seguridad, en una planta industrial, dice que más nunca ya casi 10 años después, ha tenido ninguna experiencia extraña de ningún tipo, que tiene una vida tranquila y trabaja sin miedo.

 Por otro lado, en mis últimas averiguaciones sobre aquella escuela antes del aislamiento por la pandemia del Covid, sólo me encontré con caras incómodas y vigilantes que no querían hablar del asunto. ¿Qué será? ¿Alma en pena? ¿Demonio súcubo? ¿Simples alucinaciones?

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